CHILE A PEDALES

Distintas rutas, rincones, cerros y carreteras son el destino de mis ruedas y pedales. Datos, imágenes y experiencias para compartir con los amantes de la bici, la naturaleza y la libertad.

24 feb 2012

Las Lomitas, un paraíso en el desierto

Cuando llegamos al Camping ecológico Pan de Azúcar eran pasadas las 9 de la noche y estaba oscuro. Cansados y sucios sólo esperábamos conseguir un lugar donde instalar el campamento. A $3500 diarios por persona nos dieron una buena ubicación frente al mar y  la isla, tenía buenos servicios básicos de baños y duchas de agua fría que allá en el norte sale tibia. todo resultaba bien excepto que recién al día siguiente podríamos disfrutar de un buen baño, a esa hora ya estaban cerradas las regaderas.

Al otro día no había intensiones de tomar la bicicleta, los 120 kms. fueron suficientes y el cuerpo clamaba por descanso. Al salir de la carpa nos encontramos con un paraíso. A sólo metros teníamos el mar antecedido por playas de arena blanca y coronado por una isla maravillosa justo frente a nuestro sitio. Lectura, sol, fotografías y chapuzones fue la tónica del día, en la tarde nos animamos a caminar un par de kilómetros a una caleta cercana donde se puede comer algo, disfrutar unas cervezas y ver otro ángulo del mar donde los pescadores artesanales le ponen esfuerzo a la vida.

Las Lomitas  


Antes de salir de Santiago me habían dateado que en el Parque hay un sector llamado Las Lomitas, está a 30 kms del camping hacia el norte. Nos acercamos a una oficina de Conaf, nos dieron las coordenadas para llegar y enfilamos al segundo día. Era agradable andar en las bicis sin las alforjas cargadas, el paisaje seguía tan desértico como siempre, pero rodeado de cerros. Uno se interna en el desierto alejándose de la costa por una ruta relatívamente plana y en buen estado. Esto hasta un cruce al cabo de 23 kms de pedaleo. En ese punto vimos el único lugar con vegetación, un gran manchón verde indicaba que había que virar a la Izquierda y comenzar a subir.


La sombra era escaza y el sol golpeaba con rudeza. La aridez del camino nos motivó aún más y luego de unos buenos sorbos de agua emprendimos la aventura a través de una ruta arenosa y llena de calamina ¿se imaginan lo que fue esa combinación? He recorrido sendas come piernas, pero no recuerdo ninguna más pesada que esa.

Se avanza lento y no se ve el final. A la mitad llegamos a una caseta sin cuidador que era el lugar perfecto para capear el calor que no daba tregua. 15 o 20 minutos más tarde salimos de ahí y retomamos la subida, el camino poco a poco se ponía mas amable, el suelo era algo mas parejo y compacto y el paisaje se adornaba de cactus de distintos tamaños.

Las nubes se dejaban ver, estaban ahí al alcance de la mano, el aire era un poco menos denso, había algo de verde en el horizonte que se iba acercando a medida que la humedad se hacia presente. Uno volteaba la mirada y se veía todo lo que se había subido, el paisaje es sobre acogedor: arena, cáctus, inmensidad, desierto, cerros = 100% mountainbike.

Las Lomitas es una especie de jardín de cáctus diseñado a la perfección por la naturaleza. Ahí pega la camanchaca, ahí el hombre pone mallas para atrapar la humedad y recolectar agua, un elemento escaso y preciado. Habíamos alcanzado la meta y el esfuerzo valía la pena. Uno se interna por sendero hasta un acantilado donde se ve el mar desde una altura considerable. Cuando llegamos las nubes no nos dejaban ver la costa, pero estas nos sobrepasaron al correr de los minutos, refrescándonos y regando la vegetación autóctona levantando su telón para mostrarnos la inmensidad del océano pacífico que acariciaba las rocas del cerro allá abajo, a lo lejos.


El goce y regocijo del silencio, de la brisa marina, de la contemplación, de ver a mi mujer pensativa mirando el horizonte, de las innumerables imágenes registradas por mi cámara y de saber que llegué ahí gracias a mis pedales no tiene comparación alguna. Un recuerdo  imborrable.




Retirada

No sólo vegetación autóctona nos regalaría el lugar. Al irnos nos acercamos a ver las mallas que atrapan la camanchaca y a pocos metros una pareja de zorros caminaban mansos y amigables modelando para la cámara como una rutina aprendida para el visitante. Eso es Las Lomitas, un lugar único. 

La bajada fue sencillamente un acto de esquizofrenia, soltando frenos nos dejamos llevar por la velocidad y el desafío de bajar por el arenal y la calamina sólo fueron matizadas por un par de paradas obligadas a retratar el paisaje indomable.  Las bicicletas crujían dando la sensación de sucumbir ante el terreno arenoso que nos imponía piedras, espinas y surcos. Una vez en la ruta se pedalea contra el viento todo el camino hasta la caleta de pescadores que les comenté anteriormente donde paramos obligados por unas merecidas cervezas bien heladas.



GALERÍA DE IMÁGENES




Camping Ecológico Pan de Azúcar
Carolina descansando en Pan de Azúcar
Día de descanso playero
Llegada a Las Lomitas

Bicis en Las Lomitas


Mi chica relajada en Las Lomitas.
Mirador Las Lomitas
Punto de desvío hacia Las Lomitas.
Subida hacia Las Lomitas
Vegetación en Las Lomitas
Vista desde mirador Las Lomitas

Nuestro sitio de Camping
Mountainbike en Las Lomitas

Caleta de Pescadores
Pan de Azúcar

Panorámica de Pan de Azucar (Fusión de 2 fotografías)









 











11 feb 2012

Rodar entre mar y desierto

Una noche del verano de 2010 en un barsucho del barrio Santa Isabel en Santiago conversábamos con una amiga sobre las vacaciones que ese febrero nos llevarían a la región del Maule. La música sonaba fuerte, harto rock,  humo y cervezas de litro llenaban la mesa cuando a eso de las 4 de la mañana ella nos convence para ir a la Región de Atacama, "vayan al Pan de Azúcar, no se van a arrepentir", nos dijo. Y así nos más fue, días después tomábamos un vuelo LAN rumbo al norte.

Los preparativos para ese viaje fueron algo más complejos ya que recorreríamos en el desierto de Atacama durante 10 días, varios de ellos durmiendo en carpa. Para ello fue necesario equipar las bicis con parrilla, alforja y cambiar las cámaras a tubulares para disminuir las posibilidades de pinchazos.

Llegada aeropuerto de Atacama
Llevamos una pequeña carpa para dos personas, muy poca ropa y el equipamiento de camping preciso. Para el vuelo las bicicletas las embalamos con plástico de aire y al igual que cuando fuimos a la Patagonia tuvimos que pagar un recargo. Ojo, me hicieron botar los tanques de gas de la cocinilla antes de subir al avión, ni por mano ni en equipaje están permitidos. De ahí en adelante comenzó una de las mejores aventuras.





Arribo al norte chico

Comienzo de la ruta hacia Bahía Inglesa
Llegamos al aeropuerto de la Región de Atacama a eso de las 11 de la mañana y ahí mismo desembalamos las cletas, instalamos las alforjas, ordenamos el equipaje  y guardamos los plásticos. Estábamos a 20 km de Bahía Inglesa y esa fue nuestra primera parada, pero antes pasamos a Caldera (vecino a Bahía) a comprar el gas y algunos alimentos. 


Bahía Inglesa
El camino entre Caldera y Bahía Inglesa está unido por una ciclovía de 5 km. que nos llevó directo al balneario, ahí encontramos un camping frente a la playa Las Machas, bastante concurrido pero limpio, decente y seguro, pertenece a la caja Los Andes y los afiliados tienen descuentos, la noche costaba $20.000 a público general. Levantamos carpa y nos fuimos a recorrer el lugar. Nos sacamos el viaje con un buen almuerzo, una siesta en la playa y descansamos todo lo necesario para al día siguiente partir temprano al Parque Nacional Pan de Azúcar. El primer gran viaje estaba a la vuelta de la esquina.


Rumbo a Pan de Azúcar, 12 horas pedaleando

Caldera
Caldera
El día 2 sería clave, había que llegar al parque nacional Pan de Azúcar distante a 120 km de Bahía Inglesa. Salimos a eso de las 9.30 horas luego de desarmar el campamento y dejar todo como lo encontramos. Nos fuimos por la ciclovía hasta Caldera, nos dimos una vuelta por el puerto y luego tomamos las calles hasta la carretera principal. Me sorprendió gratamente ir bordeando la costa lo que hacía que la temperatura se mantuviera a unos 23°C, ideal para pedalear.  

Carretera hacia Chañaral
Decidimos ir a 20 km/h promedio y descansar cada  una hora, u hora y media, considerando la distancia y el peso del equipaje, de esa manera calculé que no nos reventaríamos, o al menos no tanto. Así nos largamos por la carretera que por varios kilómetros no tiene calzada continua por tanto hay que ir bien al borde de la delimitación en varios puntos de la carretera, cuesta un poco acostumbrarse a sentir los autos cerca pero al cabo de un rato uno se adapta. La gente es amable, era común el bocinazo y gestos de saludo.

Carretera hacia Chañaral
Al poco andar el desierto ya nos entregaba las primeras postales. No soy muy fanático del norte, pero había tenido un romance con el Valle de la Luna, y en este viaje comencé otro con los tonos grises que en este lugar se mezclan con el azul oceánico que saluda amigable del otro lado del camino.

En el recorrido uno se encuentra con puñados de casas a orillas del mar, caleta de pescadores que seguramente pasan los días en condiciones bastante deficientes en sus casitas frágiles que sobreviven entre el océano y la arena.

Micro abandonada en el desierto
En general el camino se sortea bien entre subidas, rectas y bajadas uno avanza por el pavimento que al pasar las horas refleja con más ganas el calor del sol que se hace implacable pero aminora sus ganas con las brisas refrescantes de la costa. Es ahí donde el descanso se hace necesario y uno comienza a pedalear mas pausado, la ruta es larga y las distancias entre los lugares de abastecimiento son más extensas por lo que es importante cuidar el consumo.


Poco antes del límite entre la provincia de Copiapó y Chañaral comenzó la calzada. Es un alivio tener más espacio para pedalear, obviamente se va más tranquilo sabiendo que los camiones pasarán unos metros más lejos. A esa altura ya necesitábamos rellenar las botellas y desde hace un rato se anunciaba un local de comida carretero, La Ovallina, está en el kilómetro 920 y es bastante concurrido. Nos detuvimos un buen rato, descansamos a la sombra y cambiamos el agua.

Entre mar y desierto
Así entre el mar y el desierto transcurrió el viaje hasta Chañaral, un decaído pueblo minero que nos recibió a eso de las 5 de la tarde. Habíamos recorrido 90 km. y sería el último lugar con señal telefónica así que hicimos las llamadas correspondientes para avisar nuestra ubicación. Ese lugar tuvo algún momento pujante pero hoy eso es sólo recuerdo. Los mismos habitantes con los que conversé me decían que las grandes riquezas de la minería no pasaban a sus bolsillos y tampoco le hacían algún cariño al poblado.

Es más bien desolado aunque culturálmente se puede rescatar alguna arquitectura interesante en el centro del lugar, casas y edificios antiguos y bonitos son testigos  silenciosos de un pasado que prometió pero no fue. "El señor Farkas tiene minas acá, pero toda la plata se la lleva para Caldera" alegó un lugareño.

Almorzamos en un boliche cerca de la carretera, en una calle interior antes de llegar a las bombas de bencina. Ahí nos dejaron guardar las bicis en el patio cerrado y pudimos disfrutar tranquílamente de un buen plato de cazuela y un par de cervezas, de esas que te devuelven el alma al cuerpo. Estábamos cansados ya, en la tele daban un partido de fútbol alemán que feliz me quedaba viéndolo toda la noche si era posible. Pero había que seguir rumbo al parque nacional antes que se vaya la luz. Aun quedaban 30 kms.

Último impulso



Entrada hacia el Parque Nacional
En Chañaral hay que tomar un desvío hacia la costa para llegar al parque, el camino es de tierra y comienza una gran recta rodeada de arena, arena y más arena. Luego comienza un subida con algunas curvas que después de todos los kms que llevábamos recorridos terminó por matarnos.




Ruta hacia el Parque Nacional
Sinceramente a esa altura ya queríamos llegar, atardecía pero la temperatura era grata y la luz de la puesta de sol hacía del paisaje un pequeño paraíso. El mar se asomaba con el brillo de los rayos y los cerros desérticos alcanzaban hermosas tonalidades rojizas. Era un buen momento para parar y fotografiar ese lugar donde se siente la soledad, la tranquilidad y el descanso. A los 20 kms al cabo de una cuesta avistamos la entrada al Parque Nacional Pan de Azúcar  ahí lucía radiante el letrero que nos daba la bienvenida, la meta estaba unos pocos metros, nuestra primera gran aventura llegaba a su fin, pero había más mucho más...



Puesta de sol camino a Parque Nacional Pan de Azúcar

Entrada Parque Nacional

Datos:
  • Distancia: 120 kms.
  • Paradas de abastecimiento: La Ovallina (mitad de camino) y Chañaral a los 90 kms.
  • Salir temprano.
  • Llevar harta agua.

7 feb 2012

Patagonia (4) Ensenada Valle Simpson

Hoy les contaré la última ruta que hicimos aquel verano en la Patagonia y corresponde al sector de Ensenada Valle Simpson. Pedaleamos unos 30 kms aproximádamente aprovechando una invitación que teníamos a almorzar al campo de unos familiares que nos esperarían con un almuerzo propio de la zona y pasar una buena tarde rural. 
Era un lindo día de temperatura media que nos permitió andar ligeros de ropa. Enfilamos hacia la salida sur de la ciudad, es un camino bien transitado de pavimento en buen estado que te despide de Coyhaique con una breve subida para luego soltar frenos y bajar un par de kilómetros con unas cuantas curvas hasta la recta Foitzick. Este sector es una mezcla de pequeñas industrias por un lado y parcelas domésticas por otro, es un paisaje extraño hasta que luego de sortear una cuesta de unos 400 metros se avizora la Laguna Foitzick.





Es el primer golpe de vista que invita a parar y sacar fotos. Esa laguna tiene algo especial, es pequeña y la rodea el camino. Llegan cisnes de cuello negro en algunas épocas del año. En invierno invariablemente se congela a tal punto que algunos accidentes de autos terminan milagrósamente sin víctimas debido a que estos han quedado sobre el hielo. Además se puede pescar.
Al cabo de unos 15 kms de pedaleo se llega al cruce que lleva a Ensenada. Se enfila hacia la derecha y comienza el camino de tierra. Es una ruta mas bien dura con zonas ripiosas que atraviesan amplios campos. 

En ese sector los predios son grandes, estamos hablando de propiedades entre 300 y 400 hectáreas donde la gente vive de sus animales, autosustento de alimentos, venta de leche, cosecha de pasto y antiguamente era común que vendieran lana de ovejas. En verano es típico ver las faenas de pasto que por lo general congregan a los amigos y familiares que se ayudan de campo en campo a guardar la cosecha antes que el mal tiempo se asome durante los próximos 10 meses.

Es un camino sin dificultad técnica pero requiere cierto estado físico ya que la mezcla de subidas, bajadas y ripio siempre come piernas, por eso es mejor tomarlo con calma y detenerse a sentir el aroma a campo y disfrutar del aire patagón. Nosotros hicimos una parte breve de ese camino, pues nos esperaban para almorzar, pero esa ruta da una vuelta que llega al camino principal, ese pavimentado que habíamos dejado atrás unos 15 kilómetros antes. Según me contaron, puede tomar unas 4 horas y vale la pena hacerlo. 
 
Conozco esa zona en auto y es hermosa, además da la posibilidad de ir al sector de 6 lagunas y al lago Elizalde que es una zona espectacular que se interna por lo más profundo de los campos del sector a través de unas sendas especiales para hacerlas en unos cuantos días con carpa incluída.


Era hora de volver nos esperaba la familia y un asado de cordero al palo de aquellos, hecho por Felix Zapata, el mejor asador de la zona, un campesino de tomo y lomo y un gran hombre. 







GALERÍA DE IMÁGENES