CHILE A PEDALES

Distintas rutas, rincones, cerros y carreteras son el destino de mis ruedas y pedales. Datos, imágenes y experiencias para compartir con los amantes de la bici, la naturaleza y la libertad.

21 ene 2012

Pedaleo lunar (Parte 1)

Hace unos 4 años las vacaciones tuvieron como destino San Pedro de Atacama, Región de Antofagasta. Luego de un viaje agotador de unas 30 horas en bus desde Santiago llegamos a ese oasis en medio del Norte Grande. Sin bicicletas y sólo con las mochilas al hombro atravesamos el pueblo buscando alojamiento y ese breve recorrido nos mostró que andar en bici era la alternativa para conocer la zona.

Así no mas lo hicimos, al día siguiente lo primero fue arrendar unas Trek, que en esa época (2007) costaba $5.000 todo el día con casco incluido en casi todas las tiendas de renta, que hay muchas por cierto, y comenzar a rodar por la zona.

 Decidimos hacer un tramo cercano y enfilamos al Pukará de  Quitor, a unos 4 kms hacia el norte del pueblo. Se toma un camino de tierra que bordea el rio Grande, harta tierra, pero plano, sin ninguna dificultad más que atravesar un pequeño charco de agua. Al llegar al pukará lo mejor es dejar las bicis encadenadas en la entrada y recorrerlo a pie pues es todo subida, no es pedaleable y no tiene sentido cargar con las cletas si de disfrutar del paisaje y el silencio se trata.

El lugar es una fortaleza defensiva que data del siglo XII que según cuenta la historia luego fue ocupada y reforzada por los incas. Es un cerro provisto de senderos caminables que se empina sobre el valle de San Pedro, desde arriba se pueden observar los volcanes cordilleranos, el manto verde que cubre al poblado y una vista del desierto definitivamente imponente. Simplemente hay que sentarse al borde de la fortaleza y disfrutar.

Al regreso pedaleábamos tranquilamente hacia San Pedro cuando repentinamente se rompió la pata de cambio de mi bicicleta, nada podía hacer más que irme caminando o aferrarme al hombro de Carolina, mi gran compañera de la vida, que literalmente me remolco con su bicicleta hasta el poblado.


Garganta del Diablo
 Al día siguiene hicimos la misma operación de renta y partimos a la Garganta del Diablo, uno sale por el mismo camino que el Pukará pero en algún punto hay un desvío que lleva a ese sector. Yo lo había visto en fotos y era una de las zonas que me llamaba más la atención para pedalear, y no me equivoqué.


El lugar es alucinante, está a unos 15 o 20 kms de San Pedro y al llegar uno se interna por un camino cercado por sendas paredes de rocas que poco a poco se angostan llegando, en algunos puntos, a caber una sola bicicleta a lo ancho, siempre en subida, con mucho calor, seco y siniestramente silencioso.

Fuimos provistos de una buena dosis de agua, el problema es que la llevamos congelada y nos tomó un buen rato tenerla a punto, no recuerdo cuanto subí, pero bien arriba habia un gran espacio abierto, con dunas y varias huellas que denotaban visitas de otros ciclistas, era un lugar increible y solitario lo que lo hace aún más especial, no se escucha nada más que las brisas, claro que si uno tiene la mala fortuna de sufrir un accidente no es precisamente una ventaja, pero bueno, eso no sucedió.


Al regreso no había más que soltar los frenos y dejar que la bicicleta se delice por el arenoso y difícil sendero, sobre todo en aquella época en que no tenía mucho dominio del mountainbike y además con bicicletas rentadas que, digámoslo, siempre traen su riesgo, ya lo había experimentado el día anterior con el desperfecto, pero esta vez no tuve problemas.

Fue una travesía buenísima, es fácil de hacer, en total se deben pedalear unos 40 kms ida y vuelta. Al regreso incluso se puede hacer un alto en el río Grande, que necesariamente hay que cruzarlo pedaleando o caminando, no hay otra opción.


Una vez de regreso en San Pedro es una obligación ir directamente por unos schops bien helados, recuerdo que los mejores los servían en una cantina que quedaba en el portal frente a la plaza, a un costado de la típica iglesia del pueblo, ahí el jarro de medio litro te lo sirven literalmente congelado y la cerveza helada, perfecta para empinarla después de una buena travesía.



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