CHILE A PEDALES

Distintas rutas, rincones, cerros y carreteras son el destino de mis ruedas y pedales. Datos, imágenes y experiencias para compartir con los amantes de la bici, la naturaleza y la libertad.

24 ene 2012

Pedaleo Lunar (Parte 2)


Estar en San Pedro (SP) es sinónimo de Valle de la Luna, y a falta de una pedaleamos dos veces a ese Santuario de la Naturaleza. La primera fue al atardecer, ya nos habían dicho que a las 7 de la tarde es el momento para disfrutar de la puesta de sol y los mágicos colores del Valle, salimos una hora antes por la puerta principal de SP y a unos pocos kilómetros hay que virar a la izquierda y recorrer unos 17 kms aproximádamente por carretera pavimentada al medio del desierto.

Al entrar al Parque lo primero es una cuesta de aquellas tipo muralla. No queda otra que subirla en relación 1:2, lento pero seguro, considerando además la altura que llega a los 2500 msnm, detalle que se puede sortear con un buen estado físico, si no, mejor bajarse de la cleta y subir caminando con ella al lado. Nosotros no teníamos mucho tiempo, eran cerca de las 19 horas y no nos queríamos perder el atardecer.

Finalmente llegamos al lugar, una especie de mirador sobre una gran duna, dejamos las bicis amarradas donde pudimos para correr cerro arriba por la arena. Estaba lleno de gente, varios buses con turistas que esperaban para disfrutar de los colores fabulosos que ofrece la naturaleza a esa hora y la verdad es que son espectaculares. es una zona maravillosa pero el exceso de gente evita disfrutar plenamente del lugar, pero tendríamos una segunda oportunidad.


Al regreso nos pilló la noche bajando hacia la salida del parque y resultaba algo complicado manejar las cletas sin luz natural y en piso arenoso así que extremamos los cuidados. Una vez en la carretera no se veía absolutamente nada, por suerte antes de salir de Santiago eché a la mochila las luces de seguridad - por si acaso andábamos en bici ;) - , pero no dejaba de ser intimidante ir por una ruta desconocida, oscura y extremádamente silenciosa. Una verdadera boca de lobo que la recorrimos lentamente hasta llegar a San Pedro, donde arribamos sin contratiempos.



Valle de la Luna, día 2

Al día siguiente llegó desde Santiago una pareja de grandes amigos que también vacacionaban en el norte así que aprovechamos de organizar inmediatamente el regreso al Valle de la Luna, pero esta vez lo hicimos temprano. No recuerdo bien a que hora partimos pero debe haber sido al medio día, y fue lejos la mejor decisión que tomamos.

Sin importarnos el sol que azotaba en ese momento tomamos rumbo por la carretera hacia el Valle, no nos demoramos mucho en llegar y comenzar a sortear el murallón de entrada, que para nuestros partners tuvo un nivel de dificultad mayor, si mal no recuerdo ya nos habían advertido que hacía años no se subían a una bici, pero no había apuro así que caminando también vale.


A esa hora el Valle de la Luna tiene otro color, es todo más claro, limpio, es silencioso. Estábamos solos los 4, no habían autos, turistas, no se sentía vida humana, sólo la naturaleza imponente y nosotros. Subimos al mismo mirador que dos días antes lucía atestado de gente, pero esta vez era nuestro. Cada uno se ubicó en un punto lejano al otro, dejamos volar nuestras mentes, a disfrutar de la inmensidad y la soledad. El calor era intenso y no pensaba darnos tregua, pero no importaba si el roce con la naturaleza producía un goce semejante, para cada uno de nosotros tenía un sentido especial y es ahí cuando uno comprueba porqué dicen que el Valle de la Luna es mágico.

Pasó una hora, quizá dos, no lo sé, no importaba tampoco. Tomamos las bicicletas y seguimos pedaleando por el Santuario para sentir el silencio, abrazar unas pocas nubes que salieron a protegernos del sol un rato, para sentirnos en otro mundo, en otro planeta. Había una sensación de calma en nosotros, de relajo, de alegría. Las sonrisas se dibujaban solas. 


Así pasamos la jornada, introducidos en aquella maravilla monumental, en ese paraíso arenoso, de tonos café, de cerros multiformes, ojalá hubiésemos podido quedarnos por siempre, pero no era posible sin embargo hoy tenemos los recuerdos de las imágenes imborrables de esa experiencia que nos tomó unos 50 kms en 5 o 6 horas de pedaleo tranquilo, pausado y contemplativo. Y también fue el inicio del romance inquebrantable con la bicicleta, pues desde aquella experiencia comenzamos a viajar con las  propias a todos lados donde fuera posible.








GALERÍA DE IMAGENES












21 ene 2012

Pedaleo lunar (Parte 1)

Hace unos 4 años las vacaciones tuvieron como destino San Pedro de Atacama, Región de Antofagasta. Luego de un viaje agotador de unas 30 horas en bus desde Santiago llegamos a ese oasis en medio del Norte Grande. Sin bicicletas y sólo con las mochilas al hombro atravesamos el pueblo buscando alojamiento y ese breve recorrido nos mostró que andar en bici era la alternativa para conocer la zona.

Así no mas lo hicimos, al día siguiente lo primero fue arrendar unas Trek, que en esa época (2007) costaba $5.000 todo el día con casco incluido en casi todas las tiendas de renta, que hay muchas por cierto, y comenzar a rodar por la zona.

 Decidimos hacer un tramo cercano y enfilamos al Pukará de  Quitor, a unos 4 kms hacia el norte del pueblo. Se toma un camino de tierra que bordea el rio Grande, harta tierra, pero plano, sin ninguna dificultad más que atravesar un pequeño charco de agua. Al llegar al pukará lo mejor es dejar las bicis encadenadas en la entrada y recorrerlo a pie pues es todo subida, no es pedaleable y no tiene sentido cargar con las cletas si de disfrutar del paisaje y el silencio se trata.

El lugar es una fortaleza defensiva que data del siglo XII que según cuenta la historia luego fue ocupada y reforzada por los incas. Es un cerro provisto de senderos caminables que se empina sobre el valle de San Pedro, desde arriba se pueden observar los volcanes cordilleranos, el manto verde que cubre al poblado y una vista del desierto definitivamente imponente. Simplemente hay que sentarse al borde de la fortaleza y disfrutar.

Al regreso pedaleábamos tranquilamente hacia San Pedro cuando repentinamente se rompió la pata de cambio de mi bicicleta, nada podía hacer más que irme caminando o aferrarme al hombro de Carolina, mi gran compañera de la vida, que literalmente me remolco con su bicicleta hasta el poblado.


Garganta del Diablo
 Al día siguiene hicimos la misma operación de renta y partimos a la Garganta del Diablo, uno sale por el mismo camino que el Pukará pero en algún punto hay un desvío que lleva a ese sector. Yo lo había visto en fotos y era una de las zonas que me llamaba más la atención para pedalear, y no me equivoqué.


El lugar es alucinante, está a unos 15 o 20 kms de San Pedro y al llegar uno se interna por un camino cercado por sendas paredes de rocas que poco a poco se angostan llegando, en algunos puntos, a caber una sola bicicleta a lo ancho, siempre en subida, con mucho calor, seco y siniestramente silencioso.

Fuimos provistos de una buena dosis de agua, el problema es que la llevamos congelada y nos tomó un buen rato tenerla a punto, no recuerdo cuanto subí, pero bien arriba habia un gran espacio abierto, con dunas y varias huellas que denotaban visitas de otros ciclistas, era un lugar increible y solitario lo que lo hace aún más especial, no se escucha nada más que las brisas, claro que si uno tiene la mala fortuna de sufrir un accidente no es precisamente una ventaja, pero bueno, eso no sucedió.


Al regreso no había más que soltar los frenos y dejar que la bicicleta se delice por el arenoso y difícil sendero, sobre todo en aquella época en que no tenía mucho dominio del mountainbike y además con bicicletas rentadas que, digámoslo, siempre traen su riesgo, ya lo había experimentado el día anterior con el desperfecto, pero esta vez no tuve problemas.

Fue una travesía buenísima, es fácil de hacer, en total se deben pedalear unos 40 kms ida y vuelta. Al regreso incluso se puede hacer un alto en el río Grande, que necesariamente hay que cruzarlo pedaleando o caminando, no hay otra opción.


Una vez de regreso en San Pedro es una obligación ir directamente por unos schops bien helados, recuerdo que los mejores los servían en una cantina que quedaba en el portal frente a la plaza, a un costado de la típica iglesia del pueblo, ahí el jarro de medio litro te lo sirven literalmente congelado y la cerveza helada, perfecta para empinarla después de una buena travesía.



19 ene 2012

Las Varas, emoción a una hora del centro de Santiago


Las Varas es una de mis rutas favoritas, la he hecho unas 5 veces en diferentes estaciones del año y siempre ofrece sorpresas. Lo mejor de todo es que el comienzo de la senda está a sólo una hora del centro de Santiago si te vas pedaleando a unos 20 kms/h promedio por la ciudad.

Hay que enfilar hacia Las Condes, tomar la avenida del mismo nombre y darle fuerte y derecho, una vez en el camino hacia Farellones les tomará unos 15 minutos por asfalto hasta la entrada de Las Varas que está justo antes del puente del mismo nombre, está señalizado es imposible perderse. 


Al entrar a Las Varas comienza el ripio, y te recibe una subida constante con distintas pendientes y curvas por unos 3 kms aproximadamente. Si bien es agotadora no es nada que un pedalero con algo de experiencia no pueda sortear. Al final de esa cuesta se llega a un tranque artificial que invita al descanso, comer algo y sacar las primeras fotos.

Luego del tranque comienza la parte de la ruta que llaman "técnica" ya que uno se encuentra con distintos tipos de suelo. Piedrecillas, ripio, tierra compacta, arenilla en las curvas, rocas, senderos limpios, otros que se pierden bajo las piedras. Acá el camino rodea el cerro por un lado, y por el otro está el alcantilado sin ningún tipo de resguardo lo cual nos obliga a mantener cuidado y concentración ya que cualquier descuido nos puede dejar varios metros abajo tal vez con que consecuencias. Esta fase tiene unos 3 kms.

Luego se sube hasta una altitud de 1280 metros SNM aprox. Por lo general esa parte del camino es agotadora y hay sectores en que la senda se tapa por derrumbes de piedras medianas con filo por lo que hay que cuidar de no romper los neumáticos, además se cruzan con algunas rutas de traking por lo que hay que estar atentos de no tomar un camino erróneo. De ahi en mas comienza el descenso que es una maravilla ya que si uno se anima puede soltar frenos y darle a la velocidad, siempre tomando las precauciones correspondientes.

Al final se cruza un camino vecinal que nos lleva a la ruta principal hacia Farellones, una breve bajada con curvas, se cruza un puente, y se sortea una última subida para tomar el asfalto y terminar la ruta en un local de Lo Ermita, en el control de Carabineros, comiendo unas empanadas de lujo. El regreso a Santiago se hace por la el camino asfaltado que es en un 90% de bajada, eso si que usualmente nos trae viento en contra pero hay sectores que desaparece y sólo hay que dejar que la bici tome velocidad.

En total, considerando la vuelta completa (Ñuñoa - Las Varas - Ñuñoa) son 63.5 Kms y la ruta se puede hacer en unas 5 horas pedaleando relajados, considereando descansos, las fotos de rigor y las empanadas. En verano es importante llegar al inicio de Las Varas lo mas temprano posible para evitar el calor.

Esta ruta la he hecho en verano, primavera e invierno y los paisajes son totalmente diferentes. A continuación algunas fotos y la ruta satelital tomada desde Providencia hasta Lo Ermita.