CHILE A PEDALES

Distintas rutas, rincones, cerros y carreteras son el destino de mis ruedas y pedales. Datos, imágenes y experiencias para compartir con los amantes de la bici, la naturaleza y la libertad.

11 feb 2012

Rodar entre mar y desierto

Una noche del verano de 2010 en un barsucho del barrio Santa Isabel en Santiago conversábamos con una amiga sobre las vacaciones que ese febrero nos llevarían a la región del Maule. La música sonaba fuerte, harto rock,  humo y cervezas de litro llenaban la mesa cuando a eso de las 4 de la mañana ella nos convence para ir a la Región de Atacama, "vayan al Pan de Azúcar, no se van a arrepentir", nos dijo. Y así nos más fue, días después tomábamos un vuelo LAN rumbo al norte.

Los preparativos para ese viaje fueron algo más complejos ya que recorreríamos en el desierto de Atacama durante 10 días, varios de ellos durmiendo en carpa. Para ello fue necesario equipar las bicis con parrilla, alforja y cambiar las cámaras a tubulares para disminuir las posibilidades de pinchazos.

Llegada aeropuerto de Atacama
Llevamos una pequeña carpa para dos personas, muy poca ropa y el equipamiento de camping preciso. Para el vuelo las bicicletas las embalamos con plástico de aire y al igual que cuando fuimos a la Patagonia tuvimos que pagar un recargo. Ojo, me hicieron botar los tanques de gas de la cocinilla antes de subir al avión, ni por mano ni en equipaje están permitidos. De ahí en adelante comenzó una de las mejores aventuras.





Arribo al norte chico

Comienzo de la ruta hacia Bahía Inglesa
Llegamos al aeropuerto de la Región de Atacama a eso de las 11 de la mañana y ahí mismo desembalamos las cletas, instalamos las alforjas, ordenamos el equipaje  y guardamos los plásticos. Estábamos a 20 km de Bahía Inglesa y esa fue nuestra primera parada, pero antes pasamos a Caldera (vecino a Bahía) a comprar el gas y algunos alimentos. 


Bahía Inglesa
El camino entre Caldera y Bahía Inglesa está unido por una ciclovía de 5 km. que nos llevó directo al balneario, ahí encontramos un camping frente a la playa Las Machas, bastante concurrido pero limpio, decente y seguro, pertenece a la caja Los Andes y los afiliados tienen descuentos, la noche costaba $20.000 a público general. Levantamos carpa y nos fuimos a recorrer el lugar. Nos sacamos el viaje con un buen almuerzo, una siesta en la playa y descansamos todo lo necesario para al día siguiente partir temprano al Parque Nacional Pan de Azúcar. El primer gran viaje estaba a la vuelta de la esquina.


Rumbo a Pan de Azúcar, 12 horas pedaleando

Caldera
Caldera
El día 2 sería clave, había que llegar al parque nacional Pan de Azúcar distante a 120 km de Bahía Inglesa. Salimos a eso de las 9.30 horas luego de desarmar el campamento y dejar todo como lo encontramos. Nos fuimos por la ciclovía hasta Caldera, nos dimos una vuelta por el puerto y luego tomamos las calles hasta la carretera principal. Me sorprendió gratamente ir bordeando la costa lo que hacía que la temperatura se mantuviera a unos 23°C, ideal para pedalear.  

Carretera hacia Chañaral
Decidimos ir a 20 km/h promedio y descansar cada  una hora, u hora y media, considerando la distancia y el peso del equipaje, de esa manera calculé que no nos reventaríamos, o al menos no tanto. Así nos largamos por la carretera que por varios kilómetros no tiene calzada continua por tanto hay que ir bien al borde de la delimitación en varios puntos de la carretera, cuesta un poco acostumbrarse a sentir los autos cerca pero al cabo de un rato uno se adapta. La gente es amable, era común el bocinazo y gestos de saludo.

Carretera hacia Chañaral
Al poco andar el desierto ya nos entregaba las primeras postales. No soy muy fanático del norte, pero había tenido un romance con el Valle de la Luna, y en este viaje comencé otro con los tonos grises que en este lugar se mezclan con el azul oceánico que saluda amigable del otro lado del camino.

En el recorrido uno se encuentra con puñados de casas a orillas del mar, caleta de pescadores que seguramente pasan los días en condiciones bastante deficientes en sus casitas frágiles que sobreviven entre el océano y la arena.

Micro abandonada en el desierto
En general el camino se sortea bien entre subidas, rectas y bajadas uno avanza por el pavimento que al pasar las horas refleja con más ganas el calor del sol que se hace implacable pero aminora sus ganas con las brisas refrescantes de la costa. Es ahí donde el descanso se hace necesario y uno comienza a pedalear mas pausado, la ruta es larga y las distancias entre los lugares de abastecimiento son más extensas por lo que es importante cuidar el consumo.


Poco antes del límite entre la provincia de Copiapó y Chañaral comenzó la calzada. Es un alivio tener más espacio para pedalear, obviamente se va más tranquilo sabiendo que los camiones pasarán unos metros más lejos. A esa altura ya necesitábamos rellenar las botellas y desde hace un rato se anunciaba un local de comida carretero, La Ovallina, está en el kilómetro 920 y es bastante concurrido. Nos detuvimos un buen rato, descansamos a la sombra y cambiamos el agua.

Entre mar y desierto
Así entre el mar y el desierto transcurrió el viaje hasta Chañaral, un decaído pueblo minero que nos recibió a eso de las 5 de la tarde. Habíamos recorrido 90 km. y sería el último lugar con señal telefónica así que hicimos las llamadas correspondientes para avisar nuestra ubicación. Ese lugar tuvo algún momento pujante pero hoy eso es sólo recuerdo. Los mismos habitantes con los que conversé me decían que las grandes riquezas de la minería no pasaban a sus bolsillos y tampoco le hacían algún cariño al poblado.

Es más bien desolado aunque culturálmente se puede rescatar alguna arquitectura interesante en el centro del lugar, casas y edificios antiguos y bonitos son testigos  silenciosos de un pasado que prometió pero no fue. "El señor Farkas tiene minas acá, pero toda la plata se la lleva para Caldera" alegó un lugareño.

Almorzamos en un boliche cerca de la carretera, en una calle interior antes de llegar a las bombas de bencina. Ahí nos dejaron guardar las bicis en el patio cerrado y pudimos disfrutar tranquílamente de un buen plato de cazuela y un par de cervezas, de esas que te devuelven el alma al cuerpo. Estábamos cansados ya, en la tele daban un partido de fútbol alemán que feliz me quedaba viéndolo toda la noche si era posible. Pero había que seguir rumbo al parque nacional antes que se vaya la luz. Aun quedaban 30 kms.

Último impulso



Entrada hacia el Parque Nacional
En Chañaral hay que tomar un desvío hacia la costa para llegar al parque, el camino es de tierra y comienza una gran recta rodeada de arena, arena y más arena. Luego comienza un subida con algunas curvas que después de todos los kms que llevábamos recorridos terminó por matarnos.




Ruta hacia el Parque Nacional
Sinceramente a esa altura ya queríamos llegar, atardecía pero la temperatura era grata y la luz de la puesta de sol hacía del paisaje un pequeño paraíso. El mar se asomaba con el brillo de los rayos y los cerros desérticos alcanzaban hermosas tonalidades rojizas. Era un buen momento para parar y fotografiar ese lugar donde se siente la soledad, la tranquilidad y el descanso. A los 20 kms al cabo de una cuesta avistamos la entrada al Parque Nacional Pan de Azúcar  ahí lucía radiante el letrero que nos daba la bienvenida, la meta estaba unos pocos metros, nuestra primera gran aventura llegaba a su fin, pero había más mucho más...



Puesta de sol camino a Parque Nacional Pan de Azúcar

Entrada Parque Nacional

Datos:
  • Distancia: 120 kms.
  • Paradas de abastecimiento: La Ovallina (mitad de camino) y Chañaral a los 90 kms.
  • Salir temprano.
  • Llevar harta agua.

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